viernes, 23 de junio de 2023

ACTO 34 o Angustia cósmica (¡Disyunción inclusiva!)

(Vuelven a la Señora C. esas desasosegantes sensaciones que en pleno 2023 ha tenido a bien embutir en el pequeño sintagma nominal "angustia cósmica", que es lo primero que se le ha venido a la cabeza. ¿Qué será eso? El vértigo del infinito, dice el soporífero Luis Martín Santos. Quizás para la buena Señora C. sea más bien el vértigo del absurdo y monótono transcurrir de los insípidos días. Vértigo del infinito aburrimiento.

La Señora C. no puede hacer planes. Se siente terriblemente desgraciada (el Señor S. esboza una sonrisa irónica mientras lee y la Señora C. se pregunta si se pueden usar paréntesis dentro de una acotación entre paréntesis). Cree que es libre por haber decidido no traer a ninguna pobre criatura a este pérfido mundo pero sin embargo lleva cinco años esclavizada bajo el yugo de un monstruo infinito, cruel y tramposo que le va arrojando migajas bajo la promesa de que algún día podrá saborear el manjar entero si sigue encadenada. ¿Y si ese manjar está envenenado? 

"La angustia precede al pecado", ha leído por ahí mientras procrastina. No tiene ganas de indagar más en el significado, así que, creyéndose (sabiéndose) más sabia que ese señor(o) tan admirado por el Señor S., le busca su propio sentido y se imagina a lo Black Mirror saliendo de la biblioteca con una chaqueta de cuero roja mientras todo arde a sus espaldas. Y piensa, y luego qué. ¿Y si no desaparece la angustia cósmica? Aborrece la cruel idea de apaciguarla mediante la procreación, como el común de los mortales; intuye que irse a surcar el planeta a lo Christopher McCandless desembocaría en la trágica conclusión a la que su pobre predecesor de angustia cósmica llegó antes de morir envenenado; sabe, sin lugar a dudas, que el retiro del hikikomori transformaría su angustia en terror. 

No hay salida, como diría Dorian en sus tiempos de decencia musical. 

Son las 12 de la mañana. La Señora C. ha gustado de disfrazarse de número 1 y perderse en divagaciones filosóficas para huir de sus aborrecidos deberes diarios. Y lo ha conseguido: no ha hecho ni el más mínimo avance en sus estudios. Ni siquiera ha conseguido llegar a ninguna conclusión mínimamente satisfactoria sobre ese mar infinito de insatisfacción que la ahoga estos últimos días. Recorre los pasillos entre estanterías con cara de hastío. No soporta siquiera los interminables saludos de los entrantes y salientes usuarios, y menos las continuas intromisiones de la eterna mosca cojonera, cuya angustia cósmica debe ser de proporciones inconmensurables. 

La Señora C. se esconde, angustiada, en un rincón. Se siente hinchada como un globo y le molesta ligeramente la barriga. Mira el calendario. De repente comprende, derrotada, que no hay mayor angustia cósmica que ser mujer en los días previos a la vorágine endometrial).

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