viernes, 27 de mayo de 2022

ACTO 23

SEÑOR S: Pensaba en el libro clásico de Calvino sobre los clásicos. No se leen por respeto o deber, dice, sino solo por amor. Claro que no siempre se obtiene un placer fácil ni inmediato de ciertos libros. Nadie que haya leído La broma infinita, por poner un ejemplo al azar, ha experimentado un goce continuo en todas y cada una de sus densas páginas, en sus morosas y ultradetalladas descripciones que se alargan más que una semana sin pan (cuando parece que ya ha agotado todo lo que puede decirse, el bueno de David Foster Wallace sigue y sigue, y el lector puede aceptar el desafío o no, decidir seguirle o abandonar el libro). Hay textos difíciles que exigen esfuerzo. Pero si ese esfuerzo no se ve recompensado de alguna forma, ¿por qué leerlo? El esfuerzo, a veces, no solo impide el placer de la lectura, sino que es la condición de posibilidad misma de ese tipo de placer. Quizá la palabra más adecuada no sea placer

(Pausa)

SEÑOR S: Desde luego, no digo que haya que leer un libro solo si nos da gustirrinín de buenas a primeras.

(Otra pausa)

SEÑOR S: En cualquier caso, no hay un solo motivo para leer. Pero no se le hace ningún favor a los clásicos situándolos en un pedestal y amedrentando a sus posibles lectores. A eso me refiero con que hay que perderles el respeto.

(Llega la Señora C.)

SEÑORA C: ¿Con que lo sacaste de Calvino? Ah pillín, copiando...

SEÑOR S: Yo no tengo ideas propias en la cabeza, solo citas.

ACTO 22

Titúlase "De los motivos que llevan a la lectura" 

(La Señora C., en vez de aligerarse en los preparativos para irse a trabajar, rereflexiona las reflexiones del Señor S. Sabe que va a llegar tarde pero le da igual)

SEÑORA C: Leer no tiene por qué ser un placer. Puede ser un deber. Puede empezar siendo un deber y convertirse en placer. Puede a veces ser un placer y otras un deber. Porque debo leer x cosa para aprender y no me tiene por qué resultar placentero. Hay quien lee por fardar. Pero voy más allá. Para mí siempre ha sido, lejos del placer o el deber, una necesidad, una forma de escape ante mi intolerancia a la realidad. 

(Piensa en Pynchon. Lo lee por mera curiosidad, que no por placer. Quizás en alguna de sus 1160 páginas sienta algo parecido al placer, nunca se sabe. También lo lee por amor. Le encanta explorar los mundos del Señor S. Escribe todo esto en el WC. Piensa que debe empezar a ofrecer estos detalles obscenos e innecesarios al lector para ir entrando en materia de lo que serán sus próximas lecturas postmodernas. Qué puede haber más postmoderno que unir el amar y el defecar en un mismo párrafo)

LADOÑA: Si vas a leerte eso ya no estudias.

SEÑORA C: (levantando una ceja, al menos en la ficción, porque en la realidad nunca ha sabido hacerlo) No creas. Seguramente estudie como recompensa por un rato de esta lectura, aunque hasta ahora haya venido siendo al revés.

(Diez de la mañana en la manicoblioteca. La Señora C. lee su exiguo libro nuevo. Todos se sorprenden y hacen algún comentario. Debe quedar muy glamouroso leer un libro de tales dimensiones. Así que a la Señora C. se le ocurre otro motivo lectura: la glamourosidad. Sí. Definitivamente, leer un libro de más de 500 páginas debe quedar la mar de glamouroso. Al menos una especie de glamour intelectual, esa altanería literaria del que mira por encima del hombro al pobre insustancial que lee alguna obra de menos de doscientas páginas)

TODOPODEROSO: ¿Ya te han engañado para leer a ese autor?

(El engaño. Otro motivo)

VOZ LÍRICA POSMODERNA:

El día está...

¡Más frío que los pelos del culo de un oso polar!

jueves, 26 de mayo de 2022

ACTO 21

(La Señora C. ha metido en casa unos seis libros más entre desinteresadas donaciones y espontáneas compras. Le ha cogido el gusto a pintarrajear los pasajes que le gustan y ya no ve tan mal la delirante acumulación libresca del Señor S. Estaba deseando escribir la palabra"delirante", favorita de este último)

SEÑOR S: ¿Pero no decías que no podíamos acumular tantos libros?

SEÑORA C: (encogiéndose de hombros) Siempre nos quedarán las columnas librescas.

(La Señora C. ya no está tan suspirosa. Tiene nuevos desafíos por delante, aunque no sabe cuál más intrépido, si prepararse ese próximo examen del notanpueblín o leerse entero El arcoiris de gravedad. Porque, siendo honestos, a la buena y claustrofóbica señora le gusta salir constantemente de su zona de confort, ya sea con la posibilidad de nuevos destinos o libros que jamás habría imaginado que leería. For standing still means death, and life is moving on)

miércoles, 25 de mayo de 2022

ACTO 20

(Son las diez de la mañana. El bostezante Señor S. abandona la alcoba y va a la cocina a preparar su cafetera. Tararea mentalmente el verso de una canción de Astrud: hay demasiada cafeína en tu torrente sanguíneo. Se sienta, como viene siendo habitual a lo largo de esta obra, en el sofá. Se oye a los siempremolestos vecinos. La irritante voz aguda de Doñavociferante, uno de los sonidos más molestos del universo, atraviesa las paredes y desquicia al nosiemprementalmenteequilibrado Señor S.)

SEÑOR S (voz grave y solemne): La mejor clase de vecinos son aquellos cuya existencia misma es dudosa. (Resignado) Desafortunadamente, esta clase escasea.

(Fin de esta breve escena. Se cierra el telón. El Señor S. espera con ansia la llegada del mamotreto posmoderno por antonomasia, El arco iris de gravedad, la temida y reverenciada y legendaria novela megamastodóntica de Pynchon que la amante de los clásicos catellanos Señora C. ha tenido a bien comprar. La summa pynchonesca)

(Escena post scriptum)

SEÑOR S (voz de discursear): Sea como fuere, leer es un placer y no un deber. Por tanto, no hay que respetar los clásicos, sean castellanos o posmodernos, sino disfrutarlos. O no leerlos. Pero no entronizarlos ni sacralizarlos. (Pedantesco). Porque la esfera de lo sagrado se caracteriza por estar separada del uso. Nada, pues, más pernicioso para los libros y la lectura que el respeto reverencial. ¡El respeto es el enemigo del gozo lector!

(Post post scriptum. Va a ducharse. Pone música en el móvil. Algoritmos hideputas le cuelan anuncios sobre la caída del cabello entre canción de Battiato y canción de Battiato. Se da las dos champonadas de rigor. Vuelve de la ducha con una frase en la cabeza que se apresura a transcribir antes de que se esfume de su memoria)

SEÑOR S: Digamos que la estructura misma de la novela entró a lo largo del siglo XX en un estado de delirio.

(Le chifla la palabra delirio)

martes, 24 de mayo de 2022

ACTO 19

(Diez de la mañana en la manicoblioteca. La Señora C. lee a don Benito Pérez Galdós. Antaño docta muchacha y ávida lectora, gustaba de deleitarse con los clásicos, que devoraba con fruición, pasión hogaño olvidada en pro de fruslerías tecnológicas que le aletargan el entendimiento. No obstante, no sabiendo do hallar consuelo a sus congojas más íntimas, ha retomado viejas costumbres, aún insuficientes a su modo de ver)

VOZ CRÍTICA: ¿Dónde ha quedado tu natural pundonor que ahora se torna en obsesión con el rico yantar y el yacer con ese joven de tan buen ver? Ese filósofo de tanta trastienda te tiene sorbido el seso y te aparta de la rectitud de la vida.

SEÑORA C (orgullosa): Hasta mis voces internas háblanme ya con prestancia antañosa. Con cuán ligera prontitud absorbo toda la sapiencia de don Benito, don Miguel... ¡A la hoguera las modernidades! Loados sean por siempre los clásicos castellanos, a los que nunca debí abandonar.

(Diez y veinte de la mañana. La Señora C. piensa en las horas que le quedan por delante y se le vienen a la cabeza multitud de sinónimos: abulia, apatía, desidia, hastío, accedía, tedium vitae...)

(Diez y media de la mañana. No ocurre ni ocurrirá nada relevante. Se cierra el telón. Se escuchan bostezos)

VOZ LÍRICA:

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

lunes, 23 de mayo de 2022

ACTO 18

(Diez y media de la mañana. Día nublado y fresquito. El Señor S. pierde el tiempo miserablemente. Ni siquiera aprovecha sus días tranquilos de ociosidad forzosa para leer. Lee un rato, pero en seguida se cansa)

SEÑOR S: Hace bien poco encomiaba a los espíritus perezosos, a los que viven felizmente sumidos en el eterno letargo de esas tardes que parecen no acabar nunca. Loaba la superioridad de la vida contemplativa, su gloriosa improductividad, mas hoy, cual monje medieval atacado por el demonio de la acedia...

(Piensa en lo que tiene que hacer: ducharse, bajar la basura, hacer la compra. Dentro de un rato. Primero escribir este fragmento. Sigue escribiendo, con una retórica deliberadamente ampulosa y arcaizante)

SEÑOR S: Me hallo sumido, no el gozo inefable sino en una vaga inquietud.

(Se levanta. Pasea por el salón. Vuelve al sofá. Coge su portátil)

SEÑOR S (citando, en un arranque de pesimismo salvaje, el Eclesiastés): ¡Todas las cosas dan fastidio!

SEÑORA C (aparte): ¿Qué le ocurre al otrora alegre y despreocupado Señor S.? ¿Por qué cita la Biblia y no alguna posmodernez?

(El Señor S. mira por la ventana. Tejados, antenas, algunos pájaros. El día se torna soleado)

SEÑOR S: Bueno, en marcha. ¡La acción disipará el ánimo acidioso!

jueves, 19 de mayo de 2022

ACTO 17

(La cabeza de la Señora C. es una olla hirviendo. La voz de la razón intenta triunfar sobre la voz crítica para que la locura no se haga la dueña y señora de la infortunada siempresufriente Señora C.)

VOZ DE LA RAZÓN: Pero si tú no querías vivir allí para siempre... Esto es lo mejor que te podía pasar para no dormirte en los laureles y no caer en el letargo de la comodidad infinita... Estás justo donde tienes que estar. Las espaldas cubiertas pero aún al pie del cañón. Eso es así y punto.

SEÑORA C: Ay qué bien tan mal... Ay qué mal tan bien...

VOZ DE LA RAZÓN: Si no te rindes ahora puedes tenerlo todo... La ciudad que quieres... El trabajo que quieres... Al Señor S... 

SEÑORA C: Pero estoy taaaaan cansada...

VOZ CRÍTICA: Piri istii tiiiiiin quinsidi...

SEÑOR S: Pero introduce alguna pedantería en este fragmento, no me seas simplona... Ni siquiera has puesto la palabra "posmoderno"...

SEÑORA C: El que faltaba... 

VOZ ESQUIZOFRÉNICA: Mátalos. Mátalos a todos. 

(La cabeza de la Señora C. acaba de colapsar a niveles tales que ha creado un vórtice espacio-temporal. Se ha ido. ¿Volverá? De momento, no)

miércoles, 18 de mayo de 2022

ACTO 16

(El acto número 16 de esta obra infinita consta únicamente de un brevísimo diálogo, descontando, claro está, esta innecesaria acotación autorreferencial)

SEÑOR S: ¡Pero si el MARC 21 mola!

SEÑORA C: ¡No!

(El Señor S. reflexiona y cambia de opinión; ahora cree que este fragmento es excesivamente breve, de ahí esta nueva acotación autorreferencial que refuta a la primera, puesto que el fragmento ya no consta únicamente del brevísimo diálogo prometido)

SEÑORA C: ¡Deja de meter mierdas posmodernas como esa especie de mise en abyme autorreferencial! 

SEÑOR S: ...

SEÑORA C: Y no pongas pedanterías como esa de mise en abyme en mi boca.

SEÑOR S: Ahora mismo eres un personaje que se rebela contra el autor.

(El Señor S. lee lo que ha escrito y no le convence del todo. Demasiado típicamente posmoderno, quizás. El Señor S. no puede evitar el uso y abuso del término posmoderno, aunque él mismo, oh paradoja, detesta que se use el término sin ton ni son)

ACTO 15

(El Señor S. prepara un poke bowl de arroz con salmón crudo —marinado con salsa de soja y aceite de sésamo—, edamames, pepino y aguacate. Mientras tanto, piensa en su posible futura plaza en Madrid. Provinciano a más no poder, imagina que Madrid es Mordor y que su posible estancia allí será como una temporada en el infierno. Habitará un zulo minúsculo. Se alimentará de arroz blanco. Será pobre. Viajará en metro con semblante lánguido y melancólico. Y habrá llanto y rechinar de dientes y épicos lamentos increpando al aciago demiurgo responsable de haber creado este mundo inenarrablemente malvado y hostil) 

ACTO 14

(Doce y cuarto en la manicoblioteca. La Señora C. se aburre como una mona. Vive últimamente en un estado de pochez perpetua combinado con cierta angustia histérica. No sabe lidiar con la incertidumbre de la vida. Lleva un día entero torturándose por haber rozado el Olimpo)

VOZ CRÍTICA: Hoy podrías estar ya tan tranquila con tu vida resuelta... Si hubieras...

SEÑORA C: Que te calles ya.

VOZ CRÍTICA: Siempre tienes que meter la pata. ¡Por qué no puedes hacer las cosas bien!

SEÑORA C: ¡¡Que me dejes, voz del demonio!! 

(La Señora C. se levanta de su puesto. Recuerda cómo esa misma mañana se despertó con una sensación de desamparo y agobio al abrir los ojos y ser consciente de su posible futura nueva situación. Empieza a pensar que nunca estará satisfecha con nada)

FUTURA SEÑORA C: Echo de menos la manicoblioteca. Cruzar ese fantástico puente con temperaturas extremas cada día cuatro veces. Lidiar con LaDoña. Ese horario demencial incompatible con la vida. Oh, y esa maravillosa miniciudad donde no hay NADA que hacer. ¡¡Y lo que daría por volver a ser pobre!!

FUTURO SEÑOR S: (con cara de odio absoluto) ...

FUTURA SEÑORA C: Oh, desdichada de mí... Maldito sea MARC 21, las ISBD, la CDU, los FRBR y el maquiavélico inventor de las siglas bibliotequiles. 

FUTURO SEÑOR S: Bueno, marcho.

lunes, 16 de mayo de 2022

ACTO 13

(Lunes, a eso de las cinco y media de la tarde. Falto de inspiración, el Señor S. se deja seducir, sin oponer ningún tipo de resistencia, por la pasión más poderosa de todas las que existen, a saber, la pasión de la pereza)

SEÑOR S: ¡Ah, la pereza! Descrita por Samuel Beckett como la más poderosa de las pasiones. ¡A ti me entrego, oh pereza, en esta aletargada tarde! ¡Tarde de sopor y torpor! 

(El Señor S. se levanta, hojea algunos libros. Un portazo le sobresalta. Debería, al menos, recoger los platos del lavavajillas. Pone Murder of the Universe, un disco de King Gizzard & The Lizard Wizard. Piensa en leer Una mirada a la oscuridad, de Philip K. Dick. Sacó el libro de la manicoblioteca y seguramente ya debería haberlo devuelto. Siempre devuelve todo con un retraso considerable, al contrario que la Señora C.)

SEÑOR S: Simone Weil consideraba la pereza una tentación que debía ser vencida y desarrolló una serie de estrategias para no sucumbir ante tan poderoso enemigo. ¡Pero yo no he mandado a mis naves a luchar contra los elementos!

SEÑORA C: Repelente, ¿a cuánta gente piensas nombrar en este fragmento?

SEÑOR S: Prometo que no habrá más citas ni más namedropping.

SEÑORA C: Eso habrá que verlo.

SEÑOR S (prosigue su encomio de la pereza): ¡Gloria al cuerpo improductivo del perezoso! ¡Loados sean los que no se afanan en imponer su voluntad! El perezoso es un espíritu contemplativo y su no hacer nada es gozosa quietud, serenidad inmarcesible. Norman Cohn en su libro En pos del milenio habla de...

SEÑORA C (con mirada irónica): Ejem...

SEÑOR S: Ultimísima cita, lo prometo. Habla, digo, de una secta medieval llamada los alumbrados o los dejados, que no creían en la propia voluntad.

SEÑORA C: ¿Y?
 
SEÑOR S: Nada, solo quería soltar ese dato. Es una secta muy chula de anarquistas místicos.

(El Señor S. mira el móvil. La Señora C. le cuenta sus andanzas bibliotequiles. El Señor S. echa un poco de menos la manicoblioteca aunque ahora tenga mucho tiempo libre para parlotear sobre remotos y heréticos movimientos místicos. Finalmente, decide levantarse y recoger el lavavajillas)

(A decir verdad, el Señor S. solo ha recogido el lavavajillas en la ficción teatral. En la realidad material, extratextual, aún no se ha movido del sofá)

domingo, 15 de mayo de 2022

ACTO 12

(Cinco y media de la tarde en la biblioteca. Un usuario selecciona películas para llevarse. La Señora C. Sospecha que es el que se las va llevando por orden alfabético, ya que no se mueve de la misma balda. El señor, al cabo de un rato, se va como si estuviera solo mas consciente de que no es así. La Señora C. cree firmemente que los usuarios que no saludan ni se despiden tienen reservado un palco VIP en el infierno. La Señora C., al oír los pasos de los usuarios que van a entrar en su sala, empieza a rememorar el verano pasado. Nunca ha querido ser madre, pero a veces tiene conversaciones ficticias con su nohijo a lo Cómo conocí a vuestra madre)


SEÑORA C: Aparecía de repente, por el lado derecho. Golpeaba ligera y juguetonamente el mostrador con sus dedos mientras lo rodeaba y, a modo de saludo gesticular, con medio rostro cubierto por la mascarilla, me miraba y movía las cejas hacia arriba. Y me lanzaba un despreocupado "qué tal". Al marcharse, antes de perderse por la puerta, otra vez esos golpecitos en el mostrador a modo de despedida. Al poco tiempo me percaté de la alegría que me producía escuchar unos pasos y que fuera él el que aparecía. Y un día me di cuenta de que quería que se quedase conmigo el mayor tiempo posible.

(No cesan las molestas interrupciones. Ora algún lunático, ora LaDoña, huyendo de la muerte, con sus eternas idas y venidas hacia ningún lugar)

SEÑORA C: (poniendo los ojos en blanco) No me dejan leer. No me dejen estudiar, ni escribir, ni fantasear. Tienen la absurda idea de que yo vengo aquí a trabajar. ¡Válame Dios! ¡Hideputas!

ACTO 11

(Como buen y consuetudinario bebedor de café que es, el Señor S. prepara su segunda cafetera matinal. Ingiere el cafeínico elemento acompañado de un cigarro. ¡Esa es la combinación! De fondo suena Aphex Twin. En la mesa del salón, distribuidos en perfecto caos, hay apuntes, libros, posavasos, vasos de café, bolígrafos, el vaso que el Señor S. usa a modo de cenicero y que, si asumimos que el significado es el uso, podríamos considerar que en realidad es un cenicero. El Señor S. se dispone a escribir su fragmento teatral. Como no sabe muy bien de qué escribir, va a contar un sueño, pese a considerar que escuchar sueños ajenos suele provocar oleadas de aburrimiento)

SEÑOR S: Hoy soñé que subía las escaleras de un edificio de cinco pisos. Al llegar al que supuestamente era el último piso, las escaleras continuaban ascendiendo. Indefinidamente. Creía, dentro del sueño, que vivía en el quinto piso de ese edificio, pero me había equivocado de edificio. Unos seres extraños y malignos habitaban el quinto piso. La Señora C. no estaba allí. No podía preguntarles dónde estaba porque eran entidades oníricas inequívocamente malvadas. Me sentía un intruso en aquel edificio. Desde los pisos superiores, que se abismaban en una brumosa lejanía, se asomaban más entidades de inequívoca maldad. Cabezas silenciosas, altivas, escrutadoras. Me sentía mal por algo, culpable, pero no sabía por qué. Me había equivocado y estaba avergonzado. Salí a toda prisa del edificio. 

(Pausa dramática)

SEÑOR S: Me desperté. La durmiente Señora C. estaba a mi lado y la bruma pesadillesca se deshizo y dio paso a la tranquila serenidad de un claro en el bosque.

ACTO 10

(Cinco de la tarde. La Señora C. ha llegado a la manicoblioteca a duras penas, bajo un sol infernal que no es de mayo ni de este mundo. Ha tenido que cruzar el puente bajo su gran paraguas, ahora parasol. Mientras andaba, iba pensativa)


SEÑORA C: Parezco una lunática.

(En verdad, su sentir se debatía entre la vergüenza y el orgullo decimonónico. Con su vestido de encaje y su parasol, se asemejaba a una de esas mujeres inmortalizadas por Renoir o Monet, solo que la escena emeritense, mascarilla colgada del mango del paraguas incluida, carecía de todo glamour)

SEÑORA C: Soy una Madame Bovary de pacotilla. Aunque mis andanzas bien merecen, como mínimo, un poema épico posmoderno. La palabra "posmoderno" siempre suena mejor cuando la dice él...

(Seis y media de la tarde. La escena es delirante. Un usuario visiblemente trastornado pasea por la sala parloteando solo mientras escoge películas. La Señora C., ligeramente apartada de su mesa, mira fijamente, muy quieta, las ya no pocas hormigas que han emprendido la hazaña de colonizar sus dominios. Sus ojos bailan entre estos asquerosos pero respetados seres diminutos y su autoparlante usuario. La Señora C. daría un brazo en esos momentos por estar junto al Señor S. Pero solo le queda recrear el diálogo que podrían estar teniendo si aún trabajasen juntos)

SEÑORA C: No sé por qué tengo que venir a trabajar a estas horas, con mascarilla, sin aire acondicionado, sin apenas usuarios, con todo lleno de bichos. Oh, desdichada vida la mía, cuan torpe fui al no estudiar inform...

SEÑOR S: (exasperado) ¡¡Deja de ser tan exagerada!!

SEÑORA C: (mirándolo por encima de sus gafas, con gesto irónico) Aún se adivinan en tu piel los estragos de la cruenta batalla que ayer tuvo lugar contra aquel tribunal de lovecraftianos seres innombrables...

(Las hormigas ya suben y bajan por la pantalla del ordenador, se meten entre las letras del teclado. La Señora C. se ve a sí misma arrastrada por todas ellas a lo largo del puente de Lusitania, asemejándose su destino al terrible final del último de la estirpe de los Buendía. Siempre supo que moriría de alguna ridícula forma literaria)

ACTO 9

(Madrid. Diez y cuarto de la mañana. El Señor S. sale de la tan temida lectura del examen ante el tan temido Tribunal, hiperbólicamente caracterizado como kafkiano, siniestro y pesadillesco)

SEÑORA C: ¿Qué tal la lectura? ¿Ya acabaste?

SEÑOR S: No fue pa tanto...

SEÑORA C: Veeeeees

SEÑOR S (sonoramente entusiasmado): ¡Fonéticamente estuve prodigioso! ¡Vocalicé con absoluta claridad! ¡Esculpía cada sílaba en el aire como un orfebre de la pronunciación!

SEÑORA C: Exage...

SEÑOR S (alzando la voz, con más entusiasmo aún): ¡Ondas sonoras graves y resonantes cargadas de inteligibilidad surcaron los aires de la sala e impactaron certeras en las orejas de todos y cada uno de los miembros del Tribunal!

SEÑORA C (ríe)


(Día siguiente) 

(Soleada y calurosa tarde de mayo en la Colonia lulia Augusta Emerita. De fondo, melodioso piar de pájaros. No tan melodioso, en realidad. Tal vez se diga trinar, no piar. Se oyen pájaros, sea como fuere. La Señora C. ha acudido rauda y veloz a la manicoblioteca. No tan rauda ni veloz, en realidad, más bien a regañadientes. Como su nombre indica, manicoblioteca es un edificio con forma de caja en el que se almacenan libros y por el que deambulan y parlotean los locos. El Señor S. se queda solo en el salón una vez más y piensa lo siguiente)

SEÑOR S: Igual que el tuero brillador estalla en chispas, cuando ella está alegre su cuerpo estalla en risas. Sonoras chispas de luz salen despedidas de su boca. La risa de la Señora C. brilla en la oscuridad, como su camiseta.

ACTO 8

(La Señora C. mira la mesa del salón. Piensa que solo es un reflejo de su desordenada y disparatada -y ahora beoda- mente enferma. A saber:


Un vaso lleno de colillas del Señor S.
Un vaso medio vacío de Lambrusco.
Unas cuantas hojas del BOE esparcidas sin ningún tipo de orden.
Tres libros que jamás serán leídos.
Una pinza de la ropa.
La Constitución Española.
Una tarjeta para sacar café de la máquina de la biblioteca.
Un lápiz.
Una pulsera.
Trozos random de papel y plástico)

VASO DE LAMBRUSCO: Las oposiciones están matando tu creatividad, ¿no te das cuenta? Déjalas. Déjalas ya, insensata. Tú y yo juntos podríamos hacer grandes cosas...

SEÑORA C: (dudando sobre la credibilidad de un vaso, pero convencida de su certeros consejos) Eso es algo que tendría que meditar muy detenidam...

VASO DE LAMBRUSCO: ¡¡¡Deja de poner excusas!!! Actúa de una maldita vez. ¿Pero cuándo te he fallado yo? No paras de pensar y planear, pero nunca haces nada.

(La Señora C. reflexiona. No sería la primera vez que toma genialísimas decisiones empujada por los efectos del alcohólico elemento. Quizás el gris funcionariado no es para ella. Quizás ese deseo solo es fruto de una obstinación caprichosa que ya no tiene mucho sentido en su vida. O quizás nunca lo tuvo. ¿No ha pensado tantas veces en lo triste y aburrido que sería jubilarse después de toda una vida colocando libros en el mismo puesto, con la misma gente, con la misma monotonía? ¿Qué cobarde sentimiento de inseguridad la lleva siempre a volver a la patética vida de memorizatemarios? ¿Acaso no podría valer ella para algo más que eso?)

SEÑORA C: Razón llevas, querido amigo. Nunca he sido una mujer de acción, sino más bien una lánguida pensadora de salón. Quizás sea el momento de...

(Suenan de fondo, también lánguidos y oscuros, Traitrs. Los libros que descansan sobre la estantería del salón miran a la Señora C. con esperanza. ¿Volverá? ¿Está próxima a despertar de nuevo, por fin?)

SE CIERRA EL TELÓN

ACTO 7

(La Señora C. llega a casa derrotada. A veces su trabajo es absurdo e inútil, y siente que acude y vuelve de él de manera completamente automática, sin ni siquiera haberse dado cuenta de que ha estado allí. Se tira en el sofá donde pocas horas antes de partir a su terrible destino lector, el Señor S. recreaba tembloroso una situación harto risible)


SEÑORA C: (hablándole a un su amigo imaginario escindido entre lo apolíneo y lo dionisíaco) Tengo la sensación de vivir como en un eterno movimiento pendular, oscilando entre el sofá y la biblioteca, la biblioteca y el sofá, el sofá y la biblioteca...

AMIGO IMAGINARIO HIDEPUTA: Deja de quejarte, tontalculo. ¿No ves todo lo que tienes que hacer? Mueve ese enorme pandero y sé productiva. SÉ PRODUCTIVA.

(La Señora C. tiene obligaciones propias de la adultez, como poner una lavadora, fregar platos, ordenar la casa o estudiar. Pero la Señora C. está hasta el cucurrucucú de hacer lo que se espera que haga como ser humano supuestamente adulto que pretende ser. En realidad la Señora C. es una niña atrapada en un cuerpo de vieja chocha canosa, pero intenta disimular)

AMIGO IMAGINARIO VIVALAPEPA: Ábrete un Lambrusco y ponte una de esas películas que jamás reconocerías que te molan, esas que harían al instruido Señor S. avergonzarse de ti.

SEÑORA C: (pensando en el Señor S., sin aún haber decidido entre la adultez y el melasudatodismo) ¿Es que nadie piensa en este pobre hombre, deambulando solo por las calles de la gran ciudad? Me lo imagino allí, desamparado, sin una mano amiga que lo guíe por los insondables túneles del metro... Oh, destino cruel... Por qué lo mandaste allí a él solo y truncaste los dulces planes amatorios... Oh, ya nunca la amada y el amado ante el tuero brillador que estalla en chispas...

(La Señora C. desvaría con sus lecturas de la infancia. Lleva horas sin comer. Le duele hasta el aliento. Echa de menos al Señor S., pero hoy solo podrá abrazarse al aire mientras suspira y piensa una y otra vez en su infortunado destino como friegaplatos)

Continuará...

ACTO 6

(El Señor S. está sentado en el salón. Le sudan y le tiemblan las manos. La pesadilla de tener que leer ante un tribunal se materializará mañana mismo. Hace calor, mucho calor. No quiere ir a Madrid solo, tiene que ir a Madrid solo. El Señor S. vocaliza mal. Al Señor S. a veces no se le entiende cuando habla. La Señora C. a veces no le entiende. Sus padres a veces no le entienden. Sus hermanos a veces no le entienden. Le cuesta vocalizar bien, esa es la verdad. Al Señor S. le gusta leer en silencio. Al leer en voz alta las palabras se convierten en una masa espesa y pesada y se le atragantan. Hay gente a la que se le da bien leer en voz alta. El Señor S. no es una de esas personas)

SEÑOR S: Los incunables deben ser tratados con cuidado y cariño. Deben usarse guantes de algodón y el ángulo de inclinación...

TRIBUNAL: ¿Qué dice? ¿Está hablando ya?

SEÑOR S: En una funda de terefltalato de polietileno...

TRIBUNAL: ¿Teref qué? ¿Qué dice?

SEÑOR S: El polietileno es un tipo de polímero, los polímeros son agregaciones, partes de, muchas partes reunidas, meros en griego significa...

TRIBUNAL: ¿Está hablando de química? ¿Etimologías?

SEÑOR S: Las células eucariotas de, esas son las del núcleo creo, tienen un núcleo, las procariotas no... eso es de la conservación y preservación de materiales, no conviene un ambiente húmedo ni seco, los materiales se escamarían, muy húmedo aparecen hongos y bacterias, por eso decía lo de las células, eso es importante... Esto, el ambiente ha de ser fresquito, los libros y demás hay que tratarlos con cuidado...

TRIBUNAL: Más alto, por favor. Y más despacio.

SEÑOR S: Un tipo de lenguaje controlado y poscoordinado, no jerárquico sino asociativo, con múltiples relaciones entre términos...

TRIBUNAL: Haga el favor de pronunciar. Esos sonidos que usted emite carecen de inteligibilidad. Fonéticamente son un desastre.

SEÑOR S: La etiqueta 310 del MARC 21...

TRIBUNAL: ¿La qué del qué?

SEÑOR S: Sabido es que el principio de subdivisión lógica de la clasificación decimal se remonta a El Sofista de Platón, o al Parménides —ahora no me acuerdo bien porque estoy NERVIOSO— donde se dice que ser algo es no ser lo demás, de ahí que el ser se entienda en tanto diferencia, es decir, el ser en tanto no-ser, la vía que prohibía expresamente el Poema de Parménides y que retomará Deleuze ya en 1968 con su obra...

TRIBUNAL: ¿Está farfullando una especie de rollo filosófico? Oiga, no se vaya por los cerros de Úbeda, haga el favor.

SEÑOR S: Y eso es todo, miembros ilustrísimos de este aterradoramente kafkiano, siniestro y no poco pesadillesco Tribunal.

ACTO 5

CONTINUACIÓN


(Diversos personajes entran y salen mientras la Señora C. observa silenciosa desde su pequeña cárcel, otrora esquina deseada)

PERSONAJE ALEATORIO: ¿No tendréis La historia interminable?

SEÑORA C: (luchando por que no se le cierren los ojos) Interminables mis jornadas aquí, señor.

(No lo ha dicho en voz alta. Su intachable ética profesional se lo impide. Pero le gustaría gritárselo. Lo atiende y vuelve a su dormitar con los ojos abiertos)

PERSONAJE FIJO DISCONTINUO: (imagine el lector una petición de acto de contenido imposible)

(La Señora C. tiembla internamente. Su fobia a la incertidumbre de los bizarros deseos de los usuarios no la deja vivir en paz)

SEÑORA C: (visiblemente aliviada al ver aparecer, cual aparición mariana, al Todopoderoso) Por supuesto. En seguida le atienden.

(Huye cobardemente. Deambula un rato por la biblioteca. Mira con envidia a los sufridos pero afortunados estudiantes que disponen del TIEMPO que ella anhela pero despreciaría si lo tuviese, anhelando trabajar. Porque la Señora C. es así de absurda e incoherente. ¿Suspirará de nuevo? ¿Quién manejará hoy su barca?)

ACTO 4

SEÑORA C: (en algún punto indeterminado de la biblioteca, leyendo las hiperbólicas tribulaciones del Señor S.) Qué sabrá este de cuitas opositoriles cuando los azarosos dados de los hados siempre jugaron a su favor. Oh, si él supiera...


(Suspira, mirando al cinematográfio infinito, que inevitablemente le recuerda al durmiente y notaninfortunado Señor S.)

SEÑORA C: Helo allí. Quizás cafeinándose debidamente. Quizás declamando farragosas pedanterías incomprensibles. O quizás aún soñando con la sufrida pero adorable dueña y señora de su corazón.

(A lo lejos, allí abajo, se oyen los primeros signos del despertar de la manicoblioteca)

SEÑORA C: Qué absurdo y acidioso transcurrir de los días entre estas cuatro paredes (vuelve a suspirar, visiblemente asqueada, pero feliz de haber descubierto serendipiosamente un nuevo término a la vez que inventa otro usando sus ya tan olvidados conocimientos lingüísticos).

(9:20 de la mañana. Empieza el show. Todo mal)

ACTO 3

ESCENARIO: La Biblioteca.

(El Señor S. tiene sueño y está cansado y no quiere estudiar nunca más, pero ahí está, en la Biblioteca, dándolo todo, exprimiendo el poco jugo que quizá todavía quede en su agotado cerebro)

SEÑOR S (en silencio, monologando para sí, sin declamaciones teatrales que valgan): Ay mísero de mí, qué cansado estoy, qué pocas ganas de estudiar tengo, qué triste destino el del esforzado opositor que aún no sabe si tiene o no tiene plaza... ¿Qué es mejor, sufrir los dardos de...

(Se calla)

SEÑOR S: Si me pinchan, ¿acaso no...

(Parece que se ha puesto a citar fragmentos sin ton ni son, a fragmentar fragmentos o a enlazar frases inconexas, no sé, un rollo posmoderno o algo así...)

SEÑOR S: ¿Cuándo viene God...

(Sin comentarios)

(Se baja el telón. El Señor S. vuelve al estudio)

(El Señor S. solo ha ido dos veces al teatro en toda su vida. Al Señor S. le gusta el cine. Piensa que al teatro le faltan planos secuencia, planos detalle, primeros planos, planos medios, planos generales, contrapicados, secuencias rodadas con Steadicam, planos cenitales, etcétera. El teatro es un plano fijo. Ni siquiera eso, en realidad. Es algo tremendamente precinematográfico. Además, apenas ha leído teatro. Ha leído a Beckett y ha leído Hamlet. Varias veces, eso sí. Ese es su escuálido bagaje teatral. Dicho queda)

ACTO 2

(Al día siguiente) 

(El Señor S., tras un sueño intranquilo en el que le obligaban a leer un examen ante un tribunal*, se despierta y va al baño y luego prepara café y se sienta en el sofá y se toma el café y se restriega los ojos y bosteza y se estira y emite sonidos variados e inarticulados que significan que está en pleno proceso de desperezamiento. Pronto necesitará ingerir más café)

SEÑOR S: Heme aquí

(Mira a su alrededor en busca de inspiración. ¿Qué más decir? Y, sobre todo, ¿para qué?)

SEÑOR S: Cuando ella no está, su imagen etérea, envuelta en un halo de ternura, se proyecta en el aire. 

(Piensa: será mi cerebro el que funciona como proyector)

SEÑOR S: Sale el sol. Un buen día. 

(Como pueden apreciar, el Señor S. describe sus circunstancias, consustanciales con su estar-aquí, o sea, con su ser sí mismo o su mismidad misma, con su yo, vale decir, si bien el yo no es idéntico a sí mismo si no que cambia a lo largo del tiempo...)

SEÑOR S (a voces): ¡El tiempo está fuera de quicio! ¡El yo es una ficción! ¡Una mascarada!

(Se levanta del sofá. Es hora de más café)

SEÑOR S (debidamente cafeinado): No se puede acariciar. Su estar-aquí en el modo de la ausencia, de la imagen aérea cerebralmente proyectada, es inacariciable. He aquí una significativa carencia de la deconstrucción de la metafísica de la presencia... 

(Por algún motivo, el Señor S. se ha puesto a hablar en plan heideggeriano. Rogamos a los lectores que nos disculpen)

(El Señor S. deja de escribir su miniobra teatral autoficcional. Quizá vuelva a continuar, quizá no)

*Pronto tendrá que leer de verdad ante un tribunal. El pavoroso acontecimiento se materializará en un futuro que cada día está más cerca de convertirse en presente. Es posible que ya tenga plaza, aunque aún no lo sepa. También es posible que no la tenga. La plaza está en el archifamoso estado de indeterminación cuántica (es una metáfora) ejemplificado por el archifamoso gato. De momento el Señor S. está en paro. 

ACTO 1

ÉPOCA: circa 2022.

ESCENARIO: sala de estar.

DECORADO: mesa del comedor, reconvertida en mesa de estudio. Papeles dispuestos en un caosmos (orden caótico o caos ordenado)

ACTORES: Señor S. 

(El Señor S. estudia legislación, prosa que describe como abrumadora, devastadoramente aburrida. Enciende un cigarro. Declama a voz en grito)

SEÑOR S: ¡A veces lo importante es aburrido!

(Suspira. Baja el tono de voz)

SEÑOR S: A veces lo importante es un fárrago textual ininteligible

(Se interrumpe la obra. El Señor S. tiene que ducharse e ir al cine. Acudirá raudo y veloz al encuentro con la Señora C., dueña y señora de su corazón)

ACTO 34 o Angustia cósmica (¡Disyunción inclusiva!)

(Vuelven a la Señora C. esas desasosegantes sensaciones que en pleno 2023 ha tenido a bien embutir en el pequeño sintagma nominal "angu...