viernes, 15 de julio de 2022

ACTO 31

(Julio. Ola de calor. La manicoblioteca en llamas)

USUARIO: (le caen gotas de sudor por la cara) ¿Pueden poner el aire acondicionado? Aquí no se puede ni respirar.

SEÑOR S: ¡Pero si está puesto! ¿No lo nota? Yo casi necesitaría una chaqueta.

REFRIGERADOR INTERNO DEL SEÑOR S: Recuerda que solo soy producto de tu imaginación. Si sigues hablando así, te van a tomar por un desequilibrado.

SEÑORA C: (ojos en blanco) Tarde...

(La Señora C. discute sobre los engendros pipirranescos con su familia. La pipirrana lleva pepino, y no huevo y atún, y punto, no entiende dónde está la discusión. Mira de reojo un taco de pósits que hay al lado del ordenador. ¿Irá hoy Positman a solicitar servicios bibliotecarios vanguardistas? Le da igual. Solo quiere que lleguen las tres y salir huyendo junto al atractivo bibliotecario que tirita en la segunda planta)

jueves, 7 de julio de 2022

ACTO 30

(Manicoblioteca. Amodorrante languidez estival. El Señor S. vuelve a, entre comillas, trabajar. La sala de Consulta está prácticamente vacía)

SEÑOR S (reflexivo, mesándose la barba con parsimonia y elegancia, entonando con voz clara y retumbante): Ahondando en la metáfora filosófico-textil, he de decir que, efectivamente, la silla con la ropa amontonada es un sistema que tiende al caos, un proceso entrópico. Lo que no se ordena se desordena, por sí solo, con el paso del tiempo. El caos tiene su complejidad, su belleza. El caos reina. ¡Viva el caos! Un poco de caos, al menos.

VOZ ARISTOTÉLICA: ¡Eso, seamos prudentes! ¡Todo en su justa medida! Nada en demasía.

SEÑOR S: Siempre con lo mismo, puto Aristóteles.

(La tachadura no puede, desde luego, pronunciarse. Por un lado, el actor que haga del Señor S. no podrá insultar explícitamente a Aristóteles, respetando la tachadura del texto. Por otro lado, deberá arreglárselas para que de alguna manera los espectadores se den cuenta del sentido poco respetuoso con que usa el vocativo)

SEÑOR S (continúa): Pero sí, tienes razón: un poco de caos, no demasiado caos. 

(Pausa. El Señor S. está intentando no sonar demasiado pedante ni demasiado abstracto. La tarea es ardua. Veremos si lo consigue)

SEÑOR S: Demasiado caos significaría angustia y horror, diferencias monstruosas sin unidad, la quiebra total de las identidades, un mundo inconceptualizable de determinaciones flotantes...

(Ya se le ha ido de las manos, lo sentimos...)

SEÑOR S: De impresiones sensoriales errantes,  de frenéticos órganos sin cuerpo, un amorfo despliegue ingobernable, un avasallador frenesí de...

(Se interrumpe, intenta recuperar el hilo, piensa en qué pensará la Señora C. de este fragmento; piensa en la Señora C. y sonríe)

SEÑOR S: Por otra parte, nada de caos, total ausencia de aleatoriedad, significaría muerte. Un sistema necesita ser dinámico. Necesita, digamos, perturbaciones aleatorias extrínsecas. Así se enriquece, se fortalece. No todas estas perturbaciones son positivas, naturalmente. Pero bueno, algunas sí lo son.

(Son casi las dos. El hambriento Señor S. piensa en comida y en que tiene que recoger la ropa de la silla del dormitorio. Prácticamente la totalidad de su ropa está amontonada sobre la ya mentada silla)

miércoles, 6 de julio de 2022

ACTO 29

(Le resulta curioso darse cuenta de que se está acostumbrando a vivir en el caos. No es tan descabellado: el desorden físico en consonancia con la incertidumbre vital. El desistimiento de acabar con el primero ante la clara imposibilidad de poner fin a la segunda. Su madre siempre le había dicho que llevaba una vida desordenada. ¿Es posible, acaso, ordenarla de alguna forma sin que poco a poco y sin darte cuenta vuelva a estar patas arriba? Como ese montón de ropa tirada encima de la silla del dormitorio que piensas que podrás mantener a raya tras recogerlo pero un día, de repente, vuelve a alcanzar alturas imposibles. La Señora C. piensa que tiene demasiado tiempo vacío y por eso no puede evitar acabar haciendo este tipo de metáforas filosófico-textiles. Quizás solo intenta justificar su devastadora tendencia a la vagancia y el desorden. Quizás demasiada avena)

VOZ CRÍTICA: Las acotaciones teatrales no pueden convertirse en una excusa para que cuentes tus desvaríos mentales a través de un narrador equisciente. Esta obra de teatro es una absoluta pantomima.

(La Señora C. no se toma la molestia de contestar. Prefiere seguir en su equisciencia. Es de las pocas cosas que la han hecho despertar un poco en los últimos tiempos. Como esos momentáneos fogonazos de luz al casi vislumbrar el sentido de algún fragmento pynchoniano. Como Hey Moon. Galdós. Unamuno. Battiato. Como ese milagro de la vida de que se hayan encontrado. Llegar a casa y mirarlo y escuchar su voz y su risa y que todo de repente se arregle y los problemas sean una tontería. El norte en junio. Las tardes libres. Las esperanzas cordobesas. Quizás haya un orden detrás de todo el aparente caos)

ACTO 34 o Angustia cósmica (¡Disyunción inclusiva!)

(Vuelven a la Señora C. esas desasosegantes sensaciones que en pleno 2023 ha tenido a bien embutir en el pequeño sintagma nominal "angu...