lunes, 23 de mayo de 2022

ACTO 18

(Diez y media de la mañana. Día nublado y fresquito. El Señor S. pierde el tiempo miserablemente. Ni siquiera aprovecha sus días tranquilos de ociosidad forzosa para leer. Lee un rato, pero en seguida se cansa)

SEÑOR S: Hace bien poco encomiaba a los espíritus perezosos, a los que viven felizmente sumidos en el eterno letargo de esas tardes que parecen no acabar nunca. Loaba la superioridad de la vida contemplativa, su gloriosa improductividad, mas hoy, cual monje medieval atacado por el demonio de la acedia...

(Piensa en lo que tiene que hacer: ducharse, bajar la basura, hacer la compra. Dentro de un rato. Primero escribir este fragmento. Sigue escribiendo, con una retórica deliberadamente ampulosa y arcaizante)

SEÑOR S: Me hallo sumido, no el gozo inefable sino en una vaga inquietud.

(Se levanta. Pasea por el salón. Vuelve al sofá. Coge su portátil)

SEÑOR S (citando, en un arranque de pesimismo salvaje, el Eclesiastés): ¡Todas las cosas dan fastidio!

SEÑORA C (aparte): ¿Qué le ocurre al otrora alegre y despreocupado Señor S.? ¿Por qué cita la Biblia y no alguna posmodernez?

(El Señor S. mira por la ventana. Tejados, antenas, algunos pájaros. El día se torna soleado)

SEÑOR S: Bueno, en marcha. ¡La acción disipará el ánimo acidioso!

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